Conocida también como filfil mat’hoon, shatta —verde o roja (¿o no les suena familiar?)— es la “salsa” palestina, sólo que se pronuncia más suavecito, como una cumbia vs. una cumbia rebajada: las dos igual de sabrocitas pero cada cual con su propia personalidad. Una diferencia básica entre ambas, es que, mientras en el léxico mexicano la palabra salsa se usa para un mundo infinito de cosas, la shatta palestina, en cambio, se refiere de forma específica a esta pasta de chiles (tradicionalmente triturados a mano en artefacto similar a un molcajete, llamado zibdya), cuya composición tiende a ser más minimalista (incluyendo algunas variaciones menores entre cocineras o cocineros). Los chiles, ya sea verdes o rojos —del tipo que consigan— pero siempre frescos. A veces, éstos últimos se dejan fermentar unos cuantos días al sol con sólo sal o con ajo machacado, también; para usar de inmediato o agregar acidez, se le puede agregar jugo de limón a la pasta de chiles y/o un poco de vinagre de manzana, además se puede perfumar con especias y/o yerbas frescas como eneldo, comino o perejil. Cubran con un chorrito de aceite de oliva.
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